lunes, 28 de julio de 2008

Que clase de Liderazgo ejerce Nestor Kirchner?

Liderazgo Político
¿Los argentinos necesitamos un Líder y en caso de ser así, que clase de Liderazgo?
¿Qué liderazgo ejerció Nestor Kirchner ?

Pasado ya cuatro años de la asunción como Presidente de Nestor Kirchner ; la situación actual del país sigue lanteándonos interrogantes a resolver.
Su pasado y su trayectoria son variables importantes a tener en cuenta para analizar la conformación de este nuevo liderazgo político.
El planteo surge entonces a partir de conocer si es o no el liderazgo que necesita nuestro país; a partir de una breve reseña histórica trataremos de responder este cuestionamiento.
Primera Parte.
Desarrollo Teórico.

En la sociedad argentina actual, la cual puede describirse como deseosa de alguien que la conduzca, el líder se encuentra obligado a ser un constante agente de cambio.
Por su parte, el conjunto de ciudadanos demanda una nueva generación de líderes-dirigentes, capaces de cambiar los procesos, inspirar una visión (1) compartida, levantar los ánimos y canalizar positivamente la inconformidad, así como de capacitar a otros para la acción.
El líder, que se demanda, debe enfrentar el reto cotidiano de desarrollar habilidades para conducir el cambio y a la vez influir en su rumbo, dirección y amplitud.(2)
Podemos definir el liderazgo como ¨ el conjunto de actividades, de relaciones y comunicaciones interpersonales, que permiten a una persona ejercer diversos niveles de influencia sobre el comportamiento de los miembros de un grupo determinado, consiguiendo que este grupo defina y alcance de manera voluntaria y eficaz sus objetivos ¨(.3)
La visión tradicional del liderazgo se basa en supuestos sobre la impotencia de la gente, su falta de visión personal y su ineptitud para dominar las fuerzas del cambio, deficiencias que sólo algunos grandes líderes pueden remediar.
Si se asume que el liderazgo no es bueno ni malo en sí mismo, sino que es un medio cuya bondad o maldad está dada por sus objetivos, se tiene también que asumir que el fin del liderazgo político es la cuestión crucial para determinar si favorece o no la comunidad o el grupo al que el líder pertenece.
De la discusión sobre el liderazgo político se extraen también múltiples definiciones. José Luis Vega Carballo, por ejemplo, lo define como "… la particular relación que se establece dentro de una coyuntura concreta y dinámica, entre una personalidad y una situación de grupo en el cual el objetivo central es la conquista y el control del Estado o de los instrumentos para influirlo, por parte de ese grupo."(4)
La definición de Vega Carballo se inscribe dentro de una tradición teórica que visualiza el liderazgo político dentro de los límites del Estado como aparato y de aquellos instrumentos que permiten el acceso o toma de poder del mismo, en especial los partidos políticos.

1 (Nanus 1988,25)
2 Algunos lo han logrado compartamos o no su ideología política o su manera de hacer las cosas; tal como es el caso del Dr Carlos Menem ; otros, simplemente lo han dejado pasar como el l Dr Fernando De la Rúa.
3 ( Nanus : 1988,32)
4 ( Vega Carballo, José Luis:1989)
Si bien esta es una pauta fuera de discusión –el escenario de acción del liderazgo político, por excelencia, lo son el Estado y los partidos políticos–, pareciera que requiere de una ampliación importante, en tanto en la realidad contemporánea no toda acción política pasa por el Estado como aparato o por los partidos como instrumentos de acceso al poder público, dándose –por tanto– que no todo liderazgo político tiene necesariamente que limitarse a la conquista del mismo.
En general, el análisis del liderazgo político parte de la comprensión de las formas de dominación; Max Weber señala básicamente tres tipos de dominación legítima :
1.-La dominación legal
2.-La dominación tradicional
3.-La dominación carismática
Siendo la primera y la tercera las más representativas en la realidad latinoamericana contemporánea.
La dominación legal se da en virtud de la existencia de un estatuto, que establece que la obediencia de los seguidores no es hacia el líder o persona que detenta formalmente el poder, sino hacia la regla estatuida . Más aún, es la misma regla la que establece a quién y en qué medida se debe obedecer, obligando al líder a obedecer el imperio de esa ley o estatuto. Este tipo, dentro del cual su expresión técnicamente más pura es la burocracia, es sin duda alguna la forma de dominación que mejor responde a la idea que se tiene de la estructura moderna del Estado y de la democracia. Como parte de este tipo de dominación, la asociación dominante es elegida o nombrada, de acuerdo con procedimientos o mecanismos establecidos por la ley o estatuto. En este sentido, hay que afirmar que ninguna dominación legal es estrictamente burocrática, dado que ninguna es ejercida únicamente por funcionarios contratados, sino que los cargos más altos son usualmente designados por la tradición o electos por instituciones tales como el parlamento o el pueblo en general.
La dominación tradicional nace en virtud de la creencia en la santidad de los ordenamientos y poderes señoriales existentes desde siempre. Su tipo más puro es el dominio patriarcal ( ejemplos de estos los encontramos en Provincias como San Luis con el Patriarcado de los Rodríguez Saa, en Santiago del Estero con el poder reinante hasta hace pocos meses de la Familia Juárez y con distintas familias patriarcales en diferentes provincias), como tal poco frecuente en la historia actual de la región, dándose una relación entre señor –dominador– y súbditos –dominados–. La obediencia se da en virtud de la dignidad propia de la tradición, respondiendo a la idea de que el súbdito debe serle fiel al señor. Los únicos límites del ejercicio de este tipo de dominación lo son las normas de la tradición y /o el sentido de equidad que tenga el señor.
La dominación carismática se da en razón de la devoción que sienten los seguidores en relación con el líder, dadas sus características personales, casi siempre extraordinarias. Así, desde las facultades mágicas y revelaciones de los profetas del pasado, hasta habilidades más políticas vinculadas al heroísmo, el poder intelectual o la capacidad oratoria, las cualidades personales se convierten en el factor que genera adhesión efectiva. En este sentido, la obediencia –condición inmanente a la dominación– se da sólo en relación con el caudillo, y esa obediencia durará mientras existan las cualidades personales del caudillo que son objeto de reconocimiento por parte de sus seguidores.

Precisamente esa sujeción a la persona del caudillo hace que este tipo de dominación sea extremadamente inestable, al carecer de procedimientos ordenados para el nombramiento o sustitución del líder, al punto de que las instituciones políticas no existen sino es en relación con la vigencia del caudillo y su carisma. Al desaparecer el caudillo o perder su carisma, las instituciones se quiebran o desaparecen, dando paso a un nuevo orden, sea basado en un nuevo caudillismo o en otra forma de dominación.
Con relación a su ejercicio, ¨ El carisma conoce sólo determinaciones internas y límites propios. El portador del carisma abraza el cometido que le ha sido asignado y exige obediencia y adhesión en virtud de su misión ¨(6). Precisamente por ello, no obstante su fuerza, incluso de carácter revolucionaria, la autoridad carismática, "… en su forma absolutamente pura, es por completo autoritaria y dominadora"(7).
Los tres tipos de dominación expresan en sí mismos formas de ejercer el liderazgo; no obstante resulta poco frecuente encontrar casos reales que expresen literalmente el ejercicio de alguno de estos tipos, siendo lo más usual la combinación de características de uno u otro modelo. Así, por ejemplo, la autoridad o liderazgo carismático tiende a –en el lenguaje de Weber– rutinizarse, es decir, a romper con su carácter inestable o efímero y a asumir ropajes distintos a su naturaleza, ya sea de carácter racional –de dominación legal burocrática– o tradicional.
Si bien en América Latina las expresiones participativas ciudadanas son todavía incipientes, nuevos instrumentos le imponen límites al liderazgo político, tales como los mecanismos de rendición de cuentas, las consultas populares sobre temas específicos o el control ciudadano –a través de los medios de comunicación o de organizaciones no gubernamentales– sobre la gestión pública.
Así, si bien, en una sociedad democrática es normal y lógico que los líderes políticos encabecen esfuerzos para tomar el control del gobierno como instrumento de vital importancia para la transformación de la realidad, también es evidente que cada vez más procesos y fenómenos se dan en los márgenes externos de la política tradicional y de los Estados como aparatos institucionales, cada vez más se presencia la irrupción de nuevas formas de organización y de liderazgo que sin pasar por los causes tradicionales de la política, ejercen influencia política determinante por cuanto contribuyen a la transformación efectiva de la realidad social en la que existen.
Como bien menciona Max Weber, el poder se refiere a la relación social en la cual se produce la probabilidad de que un actor social imponga su voluntad, incluso a pesar de cualquier resistencia, sobre otro actor. Este concepto es central en el ejercicio del liderazgo, dado que el uso de una determinada cuota de poder es condición básica para que la influencia del líder sea efectiva. Así, todo líder requiere poder para ejercer su liderazgo, con lo cual se establece que la búsqueda del poder es una condición natural al ejercicio del liderazgo.
Por su parte, la autoridad hace referencia a la capacidad de influir sobre las otras personas con base en un mandato dado por esas personas. Dado ello, toda autoridad implica el uso de una cuota determinada de poder, pero no toda persona que encarna un cargo de autoridad tiene poder efectivo.
La autoridad, si es legítima, es decir, si ha sido otorgada por el grupo como resultado de esa suerte de contrato social o por el pueblo a través de instituciones como las elecciones, tiene la ventaja de que permite el uso de la fuerza por parte de quien detenta esa autoridad, para asegurar la consecución de los objetivos que sustentan el liderazgo.
Este enfoque tipifica al poder con un carácter más bien fáctico, dado por la fuerza o capacidad de influencia que tiene quien lo detenta, mientras que la autoridad se identifica con la entrega de un mandato, implícito –en un grupo social x–, o explícito –en una institución política–, el cual está dado y durará mientras el líder represente los intereses de aquellos que le otorgaron la autoridad formal.
Esta relación entre poder y autoridad es esencial para la comprensión del liderazgo político. Muchas veces el liderazgo ha sido visto como una consecuencia de la autoridad, en tanto se entiende que el líder es aquel que detenta la autoridad en el grupo, organización o comunidad de que se trate. En nuestra visión, el liderazgo está dado no sólo por la autoridad conferida sino por el poder efectivo que el líder pueda ejercer. En este sentido el poder es una condición inmanente al liderazgo, quedando al carácter o integridad del líder y a las normas del grupo y organización, el que ese poder sea usado para los objetivos establecidos.
Esta idea es central cuando se habla de liderazgo político en democracia, dado que el poder en la democracia debe ser encauzado institucionalmente, preferiblemente a través de una autoridad legítima, de modo que el líder responda a los intereses de la sociedad y esté sujeto a límites precisos. La existencia de instituciones tiene una doble condición: permite que el líder político pueda gobernar –es decir, favorece la eficacia del liderazgo– al otorgarle legitimidad en el uso del poder y la autoridad; pero también permite, en caso de que ese líder no represente de manera efectiva los intereses de la sociedad, contar con mecanismos que permiten su relevo por vías pacíficas y también legítimas.
Se asume el liderazgo político con una clara dimensión normativa, en tanto la gente piensa y actúa bajo la visión de ese líder con las imágenes implícitas de un Contrato social (8). Es decir, se firma una suerte de contrato entre el líder y sus seguidores o su grupo, en el sentido de que el líder político recibe un mandato legítimo de parte de su comunidad o pueblo, a cambio de que aporte su capacidad y su visión para que la citada comunidad alcance sus objetivos más importantes. Aquí aplica la idea de que el buen líder político no es el que genera influencia para que las personas asuman su visión y le permitan conseguir sus propios objetivos, sino aquel que encauza las energías y capacidades de esa comunidad para hacer viables los objetivos de la misma.
Ahora bien, si el horizonte del liderazgo político son los fines de la comunidad o sociedad a la que pretende conducir, resulta importante establecer criterios para determinar qué son objetivos socialmente útiles. En este sentido, lo socialmente útil está dado por la capacidad de proponer una visión de sociedad, que sea integradora de intereses y perspectivas diversas, que brinde coherencia y sentido a la acción del líder y que facilite la incorporación de todos –o al menos de la mayoría– en los diversos esfuerzos por alcanzar las metas establecidas.
Por ello el liderazgo político se define en términos de autoridad legítima, basándose esta legitimidad en un conjunto de procedimientos mediante los cuales muchos otorgan poder a unos pocos.


En el ejercicio del liderazgo político, como en cualquier otro, confluyen dos dimensiones claramente definidas, aunque complementarias: una subjetiva y otra objetiva. La subjetiva tiene que ver con las
capacidades del individuo y sin lugar a dudas con el carisma; la objetiva hace referencia a la realidad que le rodea, con sus específicos y diversos problemas y necesidades. Desde esta perspectiva, la consistencia entre las capacidades del líder y las condiciones históricas en las cuales actúa es determinante. Dicho de otro modo, en el liderazgo político contemporáneo confluyen los valores sociales imperantes y las capacidades o aptitudes personales para encarnarlo. De la habilidad que tenga el líder para poner sus condiciones naturales y sus capacidades aprendidas al servicio de los fines de la sociedad de que se trate, dependerá que ese liderazgo sea legítimo y eficaz.
De igual modo, se extraen dos visiones claramente diferenciadas: una, aquella que indica que el liderazgo es la capacidad de influir sobre la comunidad para que siga a un líder, en donde la característica esencial es la influencia del líder como condición que permite que la gente acepte su visión y la haga suya; esta visión es extremadamente frecuente en la historia política, dado que favorece la existencia de liderazgos carismáticos, de tinte autoritario, paternalista o pseudo-democrático. Otra, la que ve el liderazgo como la capacidad de influir sobre la comunidad para que enfrente sus problemas y consiga sus objetivos; aquí, la característica esencial del liderazgo es el progreso en la solución de problemas y en la consecución de los objetivos de la comunidad. Es evidente que esta segunda visión favorece el liderazgo de tipo participativo y democrático, y por tanto, coadyuva a la creación de esquemas institucionales que permitan la subsistencia del contrato social establecido entre el líder y su comunidad.
En este sentido, el liderazgo político es necesariamente un proceso de doble flujo entre el líder y sus seguidores; aunque siempre prevalezca una relación asimétrica entre el que gobierna y el que es gobernado, ambos se reconocen como actores válidos e influyentes en la construcción de los objetivos socialmente útiles.
A partir de toda esta visión del liderazgo, se puede realizar un rápido repaso de las modalidades de liderazgo político presentes en la historia latinoamericana.
Bajo la idea de que los pueblos no están en capacidad de resolver sus problemas surgieron tres variantes importantes de liderazgo social y político: los líderes autoritarios, los líderes caudillistas o carismáticos y los líderes paternalistas. Aunque cada uno de estos puede ser tipificado autónomamente, en la historia del sub-continente ha sido frecuente la combinación de rasgos de uno y otro.
Bajo la figura del liderazgo autoritario y sobre la base de que los pueblos requerían conducción fuerte y protección ante amenazas externas o internas, se configuraron múltiples regímenes militares o pseudo-militares, que restringieron los ámbitos personales y sociales de libertad y pretendieron rectorar la vida social desde su autoridad, dada esencialmente por las armas y asentada en el temor.
Estos liderazgos sustituyeron o absorbieron las instituciones, induciendo un alto grado de arbitrariedad en la conducción política de los países y propiciando la exclusión de importantes sectores de población, con las nefastas consecuencias por todos conocidas sobre la configuración de los sistemas políticos.
La figura del caudillo, basada en el carisma de la persona, como salvador de los pueblos, arrasa nuestra historia de ejemplos; de Bolívar al Che Guevara, de Fidel Castro a Juan Domingo Perón y así muchos más, se sustenta en la misma visión antropológica anteriormente descrita: la incapacidad de los pueblos para obtener lo que quieren o, peor aún, para obtener lo que los caudillos consideran que deben obtener.
Así, la lógica del caudillo no radica en conducir a sus pueblos hacia la construcción de una visión común, sino en convencer a estos que su visión –la del líder– es la que deben adoptar y seguir. No son pocos los ejemplos de estos liderazgos caudillistas, cuyas consecuencias políticas concretas, en la mayor parte de los casos, han sido una institucionalización endeble de los sistemas políticos o una ruptura de los regímenes políticos implantados por ellos, al darse la desaparición física o la remoción política de los mismos.
El líder paternalista ha estado marcado por la convicción de que hay que darle a la gente todo lo que necesite, en el entendido de que esa gente no está en capacidad de producir y conseguir objetivos que le beneficien. Esta visión da origen a una dependencia extremada de los seguidores o grupos en relación con el líder, dependencia que tiene consecuencias destructivas, por cuanto limita la capacidad de aprendizaje individual y colectivo de sus seguidores, eliminado la principal fuente de poder de las organizaciones y sociedades.
Dentro de esta tendencia se ubican aquellos líderes que se adaptan a cada coyuntura en el entendido de que sus actuaciones son expresiones de los deseos de la gente; es decir, asumiendo una visión distorsionada de lo que en la teoría se conoce como liderazgo situacional, los líderes adaptan su actuación y comportamientos a las cambiantes condiciones de la realidad y de las voluntades políticas que les rodean. El norte de esos líderes son las encuestas. Con este enfoque, el líder renuncia a una de las características fundamentales del liderazgo político: la responsabilidad de proponerle a la organización o sociedad una visión integradora, con lo cual abdica del esfuerzo por conseguir objetivos que vayan más allá de los vaivenes de las coyunturas políticas.
No obstante las limitaciones reales de este enfoque, aporta un elemento significativo para que el líder político sea eficiente y eficaz: la necesidad de que conozca el contexto organizacional y social en el que actúa, como condición para que incorpore destrezas que favorezcan la obtención de los objetivos comunes. Este factor implica que cada contexto y cada problema posiblemente demande destrezas y capacidades diferentes, lo cual tiende a ratificar que para la consecución de los objetivos organizacionales y sociales se requiere sumar los esfuerzos de todos los miembros de esa organización o sociedad.
El líder democrático es aquel que reúne los elementos típicos de la visión prescriptiva de liderazgo político: capacidad de influencia, capacidad de producir la movilización voluntaria de sus seguidores, capacidad de proponer una visión integradora y capacidad de conducir a sus seguidores a la consecución de objetivos socialmente útiles.
Por tanto, este tipo de liderazgo se da en el contexto de esquemas institucionales democráticos, que favorecen la creación de consensos y que coadyuvan a la integración de todos los sectores. Es un liderazgo basado en la negociación y concertación como condición para la inclusión de las mayorías en el sistema político. En este sentido, cuando se habla de liderazgo democrático, estamos haciendo referencia a un perfil de líder que cumple con al menos las siguientes características:
Actúa basado en el diálogo y convencimiento, no en la imposición.
Plantea un liderazgo basado en el conocimiento de la organización y en la claridad sobre la misión y visión de la misma.
Articula la diversidad que caracteriza toda organización humana, más aún, permite la diversidad de enfoques y metodologías como un factor de crecimiento y aprendizaje.

En razón de esto, el ejercicio del liderazgo democrático conlleva el desarrollo equilibrado y efectivo de las instituciones políticas. Esta afirmación adquiere mayor relevancia cuando se reconocen los efectos que han tenido sobre el desarrollo democrático de América Latina, los estilos de liderazgo predominantes. Así, por ejemplo, si el líder es débil para el manejo de las instituciones, estas tienden a perder eficiencia, eficacia y a volverse anárquicas; pero si el peso del liderazgo es mayor que el perfil de la institución, está tiende a desdibujarse bajo el manto del autoritarismo.
El autoritarismo tiene una suerte de relación de causa y efecto con el excesivo personalismo de la política latinoamericana. Prevenir el retorno de las tentaciones autoritarias o caudillistas pasa necesariamente por la creación de instituciones políticas fuertes, estables y sustentables. Como bien dice Joan Prats, "no hay reforma institucional verdadera sin líderes ni emprendedores. La teoría del cambio institucional indica que este se producirá cuando un número suficiente de actores perciban que una nueva institucionalidad puede sustituir a la precedente gozando de mayor apoyo y legitimidad"(9). Y agrega, "en lugar de buscar salvadores, deberíamos pedir un liderazgo que nos desafíe a enfrentar los problemas que no tienen soluciones simples e indoloras, los problemas que exigen que aprendamos nuevos métodos… Para enfrentar estos desafíos nos hace falta una idea diferente de liderazgo y un nuevo contrato social que promueva nuestra capacidad de adaptación".
Hoy, la ciudadanía no desea líderes políticos autoreferenciales, sino activos representantes de sus intereses y necesidades.
En razón de ello, al ejercicio del liderazgo político se le imponen nuevos límites, básicamente asociados a la idea de que el mandato que reciben no les exime de rendir cuentas a sus concuidadanos e, incluso, en caso de que esa rendición de cuentas no satisfaga a los mismos, ser removidos de sus cargos. Si bien esto en las democracias contemporáneas es todavía una idea joven y una práctica incipiente, no existe duda que las tendencias marcan la ruta hacia ese escenario, como condición que haga viable la existencia de esas democracias en el tiempo.
Así, los líderes políticos de las democracias del nuevo siglo estarán determinados por una doble condición: por un lado, los límites que la sociedad le imponga como resultado del desarrollo de sus instituciones y de las capacidades autónomas de los ciudadanos para controlar sus acciones; y, por el otro, los referentes éticos que –de manera inherente– desarrollen como resultado de su evolución personal en la práctica de vivir en democracia.
Una de las característica que debe poseer este líder político que la sociedad reclama , es habilidad para detectar las grietas o debilidades de una estructura social, que le permitan definir y encabezar movimientos de ruptura, reforma o revolución. Pocas veces las estructuras están tan esclerotizadas como para no permitir márgenes de maniobra.
A su vez es importante distinguir al dirigente del que ejerce una función de liderazgo. La condición de dirigente tiene que ver más con la legalidad estatutaria, y con el procedimiento formal de designación, en tanto que el liderazgo se sustenta en la legitimidad de un mandato que se asume.
El líder se inspira en la convicción, en la entrega emocionada de sus seguidores; en tanto que el dirigente confía en la disciplina de sus correligionarios, y en la solidez de la organización.
El líder debe ser y parecer, y el dirigente basta con que lo sea. El que ejerce un liderazgo no está sometido a términos o fechas; pero el que desempeña una dirigencia normalmente responde a plazos estrictos.
Entre el líder y dirigente siempre hay una paradoja: el dirigente aspira siempre a ser líder -aunque no siempre lo logra- y el líder muchas veces llega a transformarse en dirigente -aunque no lo quiera.
Aun cuando el líder y el dirigente cuentan con el carisma para realizar su trabajo, la diferencia es radical: el carisma del líder es personalísimo, y por ende intransferible, y el del dirigente es institucional, y se traspasa automáticamente al relevo en turno.
El dirigente manda, el líder convence. La perseverancia, en el líder, llega a parecer heroicidad, en tanto que en el dirigente apenas se considera trabajo de rutina.
La dirigencia es un oficio, y el liderazgo un arte. Las dos son tareas gregarias, pero una -la dirigencia- tiene que ver con pocos, y la otra -el liderazgo- con muchos.
En el contexto de este enfoque, se puede afirmar que el dirigente debe favorecer el cambio, ello no es algo que deba tolerar sino estimular, porque los cambios no esperan por los dirigentes. Oscar Wilde expresó en su libro Soul of Man Under Socialism (El alma del hombre bajo el socialismo): "Lo único realmente que sabemos sobre la naturaleza del hombre es que cambia" . Él induce y dirige el cambio; aunque éste puede producirse sin un liderazgo positivo, y conduce con mayor frecuencia a un deterioro de la situación en lugar de a una mejoría.
La historia es testigo del quehacer de grandes líderes, bien para el beneficio como para la corrupción y destrucción de la sociedad. Figuras como las de Adolfo Hitler, Alejandro Magno y Abraham Lincoln, han dejado huellas impercederas en la historia de la humanidad.
Algunos rasgos principales que deben poseer los líderes políticos son:
La visión
El liderazgo comienza cuando surge una visión.
Tomando el concepto de visión que nos ofrece Nanus ¨- Una visión es un modelo mental del estado futuro de un proceso , un grupo o una organización....Una visión representa un mundo ficticio que no puede observarse ni verificarse por adelantado y que quizá nunca se materialice . Es un mundo cuya existencia requiere un acto de fe.... Es la única forma de modelo mental que las personas y las organizaciones pueden materializar a través de sus compromisos y acciones y allí reside su utilidad y poder ¨.
Cuando un grupo se encuentra bajo la dirección de una persona que no posee visión, aparecerá como resultado la confusión y el desorden. Este principio es la clave para comprender el liderazgo. Sin una visión estratégica, un individuo no puede convertirse en un dirigente; será sólo una imitación. Al respecto Nanus (10) escribe: "el líder es por excelencia aquel actor capaz de sintetizar una visión de cierto estado de cosas futuro o sueño al cual parece deseable aspirar".
Una visión es una imagen clara de lo que el dirigente espera que realice o llegue a ser su grupo. Cuando se trabaja con una visión, se ven por adelantado sus resultados. Ahora bien, una visión no se hará nunca realidad a menos que se prepare un programa de metas, ajustables según los cambios que se produzcan, cuyo cumplimiento conduzca a la realización de la visión, una imagen de existencia relativamente larga en el tiempo.
¨..Las visiones ayudan a concentrar las energías en una meta común e impiden que los individuos se vean desbordados por problemas inmediatos , ya que pueden distinguir lo realmente importante de lo meramente atractivo ..¨ (11)
La formulación de la visión no tiene que ser estática ,enunciada una sola vez ..y para siempre. Esta debe ser considerada como un proceso dinámico una parte integral de la tarea del liderazgo visionario.
Los mejores lideres visionarios siempre buscan comunicar una visión directa del mundo que refleje los ideales más profundos de la gente.
El líder articula la visión le da legitimidad y la expresa con una retórica cautivante que enciende la imaginación y las emociones de sus seguidores quienes a su vez facultan a otros para tomar decisiones y concretar los objetivos . pero para que la organización alcance el éxito la imagen debe surgir de sus propias necesidades y debe ser propiciada y poseída por todos los actores importantes.
El coraje y el valor
Heifetz (12), en su trabajo sobre el líder expresa: "ser valiente significa ser capaz de tomar una posición, ser capaz de tomar riesgos". El líder valiente enfrenta diferentes situaciones, no evita las confrontaciones porque tiene confianza en sus capacidades y posibilidades. En ocasiones hacer lo correcto para una organización tiene un precio elevado para él.
La gran capacidad de comunicación
Un líder es un comunicador por excelencia. El deberá transmitir la visión a sus seguidores y estimularlos para que venzan las dificultades que se presenten. Por esta razón, debe dominar las técnicas de comunicación verbal y escrita; así como utilizar variadas formas de expresión.
La habilidad que se precisa para poder comunicarse de manera efectiva, por medio de la palabra y la escritura, es sin duda, uno de los rasgos más valiosos de los que dispone un dirigente. La comunicación es el medio que se utiliza para unir y dirigir al grupo.
La comunicación se produce cuando el destinatario comprende el significado del mensaje que ha recibido. La existencia de múltiples impedimentos para la realización de una comunicación efectiva hace de ésta un arte y una ciencia al mismo tiempo.
La capacidad para identificar las oportunidades y vencer el temor a los errores
Las grandes oportunidades se disfrazan astutamente bajo la apariencia de problemas insuperables. El conocimiento de este principio permite a los líderes identificar grandes oportunidades para la acción enmascarada tras obstáculos que, a primera vista, parecen insuperables. Para esto se requiere de una disciplina que ayude a reconocerlas.
Por otra parte, es posible aprender de los errores con la finalidad de obtener los beneficios esperados. Nadie es perfecto, pero es preciso que el dirigente posea un carácter muy especial para no desesperarse; esto le ayudará a tratar las torpezas de manera productiva y a eliminar el temor de cometer errores.
La energía
Las personas siguen a un dirigente entusiasta. La energía produce el entusiasmo. Un dirigente sin energías es como un pianista sin manos, porque le falta el instrumento que necesita para realizar su propósito. La energía es tanto el esfuerzo vigoroso del poder como la capacidad de actuar o ser activo. El dirigente muestra su energía por medio de la entrega y la persistencia. Éstas requieren de energía física, intelectual y emocional necesaria para creer y esforzarse en el cumplimiento de una meta en contra de todos los obstáculos.

Segunda Parte.
Reseña Histórica
Contexto Socio-Histórico
Su juventud. Comienzos de su de militancia
A finales de los sesenta, el estado de efervescencia y agitación cultivado en la Universidad Nacional de La Plata por los grupos estudiantiles combativos al régimen del general Juan Carlos Onganía cautiva a este joven de 19 años proveniente de la Ciudad de Río Gallegos y lo introduce, casi sin preámbulos, en la vida y militancia política.Desde temprana edad milita en el Movimiento Justicialista como miembro de la Juventud Peronista lo que a posterior dará lugar a grupos partidarios de lucha armada y guerrilla urbana conocidos con el nombre de Montoneros y Fuerzas Armadas Revolucionarias. El hoy presidente entró a militar en la FURN (Federación Universitaria de la Revolución Nacional) en 1970. Kirchner asiste al regreso de Perón en noviembre de 1972.
Sus primeros pasos políticos
En 1982, Kirchner emergió a la vida pública desde un puesto de funcionario en la Administración Provincial en Río Gallegos. Luego de poner en marcha un círculo de encuentro político, el ¨ Ateneo Teniente General Juan Domingo Perón ¨, a finales de 1983 fue nombrado Presidente de la Caja de Previsión Social de la ciudad. Aunque en julio de 1984, fue destituido de este puesto, ya era lo suficientemente reconocido.
En 1986 había logrado hacerse con la candidatura a intendente de Río Gallegos por el Partido Justicialista (PJ).
El 6 de septiembre de 1987 Kirchner ganaba su primera elección. La gestión de Kirchner en el período 1987-1991 satisfizo a la dirección nacional peronista y a los votantes, de esta manera calificó para ser aspirante del oficialismo para el puesto de gobernador provincial.
El 8 de septiembre de 1991, se apuntó la victoria a gobernador con el 61,1% de los votos (13).El 10 de diciembre Kirchner asume la Gobernación de Santa Cruz cuando la provincia, que aportaba sólo el 1% del PIB nacional con producciones del sector primario, estaba azotada por la crisis económica, el paro y un déficit en sus cuentas públicas de 1.200 millones de dólares. La receta que aplicó consistió en fuertes inversiones para estimular la actividad productiva, la contratación laboral y el consumo, con lo que se situó en las antípodas del modelo neoliberal, concentrado en la eliminación de la hiperinflación, en el reajuste monetario y en la desregulación del Estado, que estaba siendo aplicado por el entonces Presidente de la Nación Dr. Carlos Menem en el ámbito federal.
Kirchner hizo un manejo eficiente del presupuesto provincial, con eliminación de gastos improductivos, y de las regalías de la explotación de los hidrocarburos, la principal riqueza del territorio. Mediante su gestión se labró un perfil de peronista de centroizquierda ( lugar que remontaba desde su juventud ); criticó tanto el modelo neoliberal de Menem como la burocracia sindical del justicialismo; otorgando tanta importancia al control del déficit fiscal como a un modelo de crecimiento sobre bases productivas, no especulativas, y nacionales.
En lo referente a los Derechos Humanos y la consideración de los años de la Dictadura ( época en la cual tuvo que refugiarse en sus tierras natales debido a que era un perseguido político ) fue un batallador incansable por que se desvelará la verdad y se enjuiciase a los culpables. Por todo esto era considerado progresista.
Así, en diciembre de 1990 manifestó su repudio a la decisión de Menem de indultar a los antiguos comandantes de la dictadura y a dirigentes de los Montoneros.
Desde luego, la labor administradora de Kirchner no estuvo exenta de críticas. Para sus detractores, Kirchner no era muy diferente de otros gobernadores peronistas a la hora de hacer y deshacer con talante personalista y autoritario, sobre todo en el manejo de los medios de comunicación provinciales y los nombramientos para las magistraturas judiciales de personas de confianza. Por lo demás, el control público de los nuevos puestos de trabajo y una economía acusadamente subsidiada facilitaban la manutención de una electoralmente provechosa red de clientelismo político, típica de los feudos de provincias. Además, dispuso la enmienda de la Constitución provincial en dos ocasiones, en 1994 y 1998, para habilitar la reelección indefinida del gobernador.
El 14 de mayo de 1995 Kirchner fue reelegido por un 66,5% de los votos.(14)
El distanciamiento con el carismático y controvertido jefe del Estado y jefe nominal del partido lo expresó a las claras en 1996 con la puesta en marcha de la llamada Corriente Peronista, una línea interna del Movimiento Justicialista con pretensiones de ser un espacio de reflexión y debate supra partidista y que hacía hincapié en la política frente a las soluciones economicistas para confrontar los problemas del país.
En 1999 ganó su tercera gobernación consecutiva con el 54,7% de los votos.(15)
El 19 de diciembre de 2001 se produjeron los estallidos sociales en todo el país. En su Santa Cruz feudal, Kirchner se las ingenió para minimizar el impacto brutal que el corralito y la pesificación estaban teniendo sobre el poder adquisitivo de la población sacando más de 500 millones de dólares del erario provincial provenientes de los devengos petroleros del Estado y depositándolos en la Reserva Federal de Estados Unidos y en cuentas bancarias de Suiza y Luxemburgo.

Su llegada a la Presidencia
Diciembre de 2001.........
Los días finales se van acercando el país vuelve a tener esa incertidumbre reinante de años pasados, inestabilidad, desorden, falta de una autoridad elocuente, falta de sensatez para poder llevar las cosas de una manera mucho más equilibrada y adulta.
Por fin...El presidente ( Fernando De la Rúa) se saca la máscara y recurre a su verdadera personalidad ,no a esa de hombre cauto y pujante; sino a ese líder conservador de pocas palabras ,renuente al cambio que ante el desborde de las hordas insurrectas ordena la represión ; característica de un líder en decadencia que ve derrumbar su imperio y ante la falta de iniciativa recurre al poder manifiesto, a la violencia propiamente dicha..... Muertos, heridos pero el pueblo no se retiraba de su plaza, la de tantas victorias y tantas derrotas como ciudadanos; las fuerzas represivas los echaban y ellos volvían hasta que se produjo lo esperado... por la terraza de la Casa Rosada se retiraba el ya ex Presidente Fernando de la Rúa
El presidente cae derrocado por un pueblo que se cansó de la falta de un verdadero liderazgo, de un presidente timorato. Este tomó las calles pidiendo en un principio la renuncia del Ministro de Economía Nacional Dr. Felipe Domingo Cavallo haciendo progresivo sus pedidos a medida que transcurría el tiempo; pidiendo momentos más tarde la cabeza del Presidente para luego expresar ante la renuncia del mismo la tan afamada frase y a la vez tan mentirosa que se ¨ Vayan Todos ¨.
Ante esta incertidumbre , el pueblo seguía apostando que era necesario que se vayan todos realmente.
Pero fueron presos de sus propias debilidades y temores, ya que el hecho real de una falta de autoridad y el que se fueran todos abría una grieta enorme, produciéndose algo totalmente nuevo en la ciudadanía Argentina, lo cual era tomar un rol protagónico y hacerse cargo de una vez por todas de romper las cadenas esclavizantes de la Imagen del ¨ Líder mesiánico ¨ y situarse en lugar de un sujeto creador de su propia identidad(16)., la cual va acompañada de un grado de autarquía, de independencia, de maduración.
Esta crisis abrió de lleno el problema de la legitimidad para cualquiera que tomara las riendas del gobierno, dado que se encontraba vacante desde la renuncia de Carlos Alvarez en octubre de 2000,la Vicepresidencia.
Asumiendo el cargo máximo de gobierno , el presidente del Senado quien convoca a una sesión extraordinaria de la asamblea legislativa en la que designa a Adolfo Rodríguez Saa , gobernador de la provincia de San Luis, como Presidente interino el cual renuncia el 30 de diciembre de 2001 denunciando la falta de apoyo de gobernadores y gente de su propio partido..
Estos hechos nuevamente ratificaron la falta de madurez como pueblo, ya que para obtener la paz y la tranquilidad social fueron necesarios que se sucedieran en pocos días unos cinco presidentes asumiendo el último el 1 de enero de 2002 -Eduardo Duhalde-.
El mandato de Duhalde se estableció hasta el 10 de diciembre de 2003 pero, pese a lograr una muy leve y tensa estabilidad social , no consiguió la legitimidad necesaria para continuar hasta la fecha fijada encontrándose jaqueado por presiones internas de su propio partido y con poco apoyo ciudadano quien le exigía que cumpla con su palabra de bajarse del cargo..Todo ello lo obligo a adelantar las elecciones para el 27 de abril de 2003, elecciones en las que por primera vez el partido justicialista se presenta dividido.

Duhalde buscó un candidato para auspiciar y volcarle los beneficios de su poderoso aparato político, su objetivo era uno y claro al igual que la mayoría de la ciudadanía vencer a Carlos Menem .
Kirchner, Menem, Rodríguez Saá, de la Sota y el gobernador de Salta, Juan Carlos Romero, anunciaron su intención de presentarse a un proceso de elecciones primarias del PJ. Duhalde estaba resuelto a frustrar las posibilidades de Menem y Rodríguez Saá. El apoyo de Duhalde implicaba para Kirchner tener detrás, no sólo el núcleo oficialista del partido y la institución presidencial, sino todo el aparato peronista de la Provincia de Buenos Aires.
Nestor Kirchner, el elegido, irrumpe con una victoria que lo deposita en una segunda vuelta que no se lleva a cabo por no presentarse el otro candidato ( Carlos Menem ).Este se convertía en el Presidente argentino que ocupaba el sillón de Rivadavia con el menor porcentaje de votos. Tan solo el 23% ( incluso el recordado presidente radical Dr. Arturo Illia había llegado en el 1963 con el 25%).(17)
Después de la "danza" de presidentes de finales de diciembre de 2001 y principios de 2002, es símbolo de continuidad democrática en el país.
A partir de este momento alguien razonablemente desconocido- a nivel nacional- se mezcla en el centro de la escena política , afirmando su autoridad vistiéndola de decisión ,basando su poder en el cargo en el pasaje de una autoridad formal a una autoridad informal.
La principal encrucijada que encara el Presidente Kirchner --planteada dentro del PJ desde que Carlos Menem dejó la presidencia de la República en diciembre de 1999-- es la construcción de un nuevo liderazgo. La forma en que el actual mandatario llegó a la presidencia de la República lejos de resolver este tema lo planteó como problema; la deuda con Eduardo Duhalde a propósito de su candidatura, quien logró evitar los comicios internos en la selección del candidato peronista, y la posterior retirada del triunfador en la primera vuelta, constituyeron dos episodios que llevaron a Kirchner a la Presidencia con el 22% de los votos. Frente a este panorama su principal tarea giró en torno a consolidar su autoridad e imagen públicas, y no sólo por el origen de su candidatura sino también por la actitud de algunos caciques provinciales pertenecientes a su partido.
Es a través de estos mismos gestos y actos que Kirchner logró en sus primeros meses consolidar su poder y reflejar el voto potencial que lo mostraba según las encuestas como un claro ganador por el 60 o 70 % de los votos en el escenario de ballotage.(18)
Al tratarse el 2003 de un año electoral, el Presidente aprovechó la oportunidad para jugar ambas cartas simultáneamente: legitimidad social y liderazgo político. Para ello apeló a una serie de herramientas discursivas y de acción que combinaron componentes progresistas (ligados a la cuestión de los derechos humanos, la tolerancia hacia los piqueteros, la autonomía de la Corte Suprema a través de la amenaza de juicio político a algunos de sus integrantes, la propuesta de jueces independientes del poder ejecutivo), y de tono nacional-popular (el modo mediático de plantear la relación con el Fondo Monetario Internacional y el manejo de la deuda externa, ambos sustentados por los principios de la justicia social y de la dignidad nacional).
Conjuntamente, en la organización de su diseño de poder buscó aliados por fuera del peronismo. Esta vez, a diferencia de Carlos Menem que se desplazó hacia la derecha del espectro político, Kirchner llevó a cabo sus alianzas hacia la centro-izquierda.
De ahí el fomento de la llamada transversalidad; una concepción de cuño frepasista., abriendo su paraguas invitando a formar parte de su gobierno a distintos líderes de la oposición o gente encolumnada en otras filas políticas para que integren de esta manera su gabinete y de esta manera fomentar un consenso dentro del ambiente político .Fomentando la tan mentada transversalidad.( versión K del Movimientismo Peronista del cuarenta y pico)
Al salir vencedor el peronismo en las elecciones legislativas y a gobernador del año 2003, la situación en el Parlamento no pudo ser mejor para el Presidente. Sin embargo, en la medida que Kirchner subestima el rol del partido, no le resulta fácil alinearlo detrás de sus propuestas. Por otra parte, los aliados transversales no siempre avalan sus iniciativas. En consecuencia el presidente arriesga que el Congreso comience a significarle un lugar hostil. En ese ámbito requeriría de una disciplina que para nada deviene automáticamente. Y la búsqueda de consensos no constituye un punto fuerte en el estilo K. Por otra parte, la predisposición a la verticalidad propia del PJ no se ve afectada exclusivamente por la escasa importancia que le otorga el Presidente a su partido sino por la atomización que lo atraviesa. A ello se suma el problema planteado desde el origen de la actual administración: la amenaza o bien de un liderazgo bifronte o bien de un alineamiento bipolar dentro del peronismo.
Con el correr de los meses, los puntos de acuerdo entre Duhalde y Kirchner (borrar todo rastro de Menem de la reorganización del justicialismo y garantizar la gobernabilidad) han ido adquiriendo igual relevancia que sus conflictos; que a esta altura ya han sido demasiados. Para mencionar dos desacuerdos públicos, uno se dio en torno a la protesta social simbolizada básicamente por los piqueteros y otro se expresó en relación a la presidencia del partido justicialista.
La tensión entre Kirchner y Duhalde incluye, entre varios temas, uno central: cuál debe ser el lugar del peronismo en el diseño del gobierno. En este sentido la posición del Presidente depende, en buena medida, del vínculo personal que mantenga con los caudillos locales. Allí donde los jefes justicialistas resultan cercanos a él, tales los casos Gildo Insfrán en Formosa y Eduardo Fellner en Jujuy -quienes gozan de los mismos vicios y virtudes que los otros gobernadores peronistas- Kirchner los considera sus aliados. En esta lógica presidencial un conflicto en puerta es su amenaza de incursionar en terreno de posesión duhaldista, la provincia de Buenos Aires.
De ahí que poco a poco el acuerdo entre ambos de mantener la estabilidad política empezó a deteriorarse y a perder contundencia. El segundo año de gestión presencia un cambio en la estrategia presidencial de construcción de su jefatura política. Al contar con la opinión pública a su favor y demostrar que su habilidad para gobernar no depende de Duhalde, Kirchner se lanza públicamente contra el peronismo bonaerense. La noche del 9 de junio de 2004, el presidente expresó con todas las letras que ..¨ el estado nacional no va a financiar el aparato político de la provincia de Buenos Aires ¨. Semejante ofensiva presidencial contra Duhalde formó parte de un epifenómeno de la disputa interna peronista más que a posiciones divergentes. Respondió a la negativa de varios diputados nacionales -de cuño bonaerense- de votar el envío de tropas a Haití. La confrontación con Duhalde significa entonces un paso más en su decisión de no compartir la conducción del estado.
Kirchner prefiere el universo ideológico-político de los años setenta por historia personal pero también por cierta necesidad "política"; dado que el espacio de la derecha se halla un tanto sobresaturado en el peronismo. Es esta misma combinación de pertenencia y necesidad la que lo ha llevado en varias ocasiones a "amagar" por izquierda y golpear por derecha (léase Fellner, Insfrán u otros aliados y acciones).
El punto es hasta dónde llegará su compromiso con esas prácticas políticas justicialistas que él mismo denuncia. Pues la legitimidad ganada, sino viene de la mano de la construcción de su liderazgo dentro del PJ ¿le alcanzará para gobernar con éxito? La respuesta quizás se halle en otro interrogante que se oculta detrás de éste: ¿logrará el presidente imprimirle un barniz socialdemócrata al peronismo? Más allá de las alternativas posibles, una cosa es cierta, cualquiera sea la mezcla de circunstancias que configuren el escenario futuro, el peronismo no va a perder la conducción del estado antes de las elecciones del 2007.
Tercera Parte.
Articulación Teórico-Práctica
Cómo volcar las visiones en la realidad. Construcción de un consenso
Kirchner ha planteado un buen número de objetivos: obtener la reducción de las amortizaciones y los intereses de la deuda externa, y la reprogramación de los servicios; mantener el sistema monetario flotante, con el peso cotizando libremente con el dólar, y vinculado a las necesidades del sistema productivo, con el fin de estimular las exportaciones y permitir la reducción progresiva de la dependencia de las importaciones; rebajar gradualmente los impuestos al consumo y establecer un sistema tributario simplificado y "progresivo", con tipos de retención más ceñidos al nivel de rentas contributivas, así como luchar vigorosamente contra el fraude fiscal y el contrabando; lanzar un vasto plan "neokeynesiano" de inversiones públicas en vivienda, transportes y servicios educativos y sanitarios, con el objeto de reparar la arrasada red de prestaciones sociales y, de paso, generar cinco millones de empleos, directa o indirectamente; crear un programa laboral específicamente orientado a la microempresa; prolongar las subvenciones y ayudas sociales del Gobierno, en especial las destinadas a combatir la indigencia extrema y el hambre en regiones concretas del país, en tanto dure la situación de emergencia; y, renegociar los contratos y tarifas de las empresas proveedoras de servicios, aceptando un ajuste inicial del 10% al 15% en algunas prestaciones..
Las principales características de su temperamento político son : Una desconfianza generalizada que lo inclina a apoyarse en un círculo estrecho (compuesto por su mujer, Cristina, su hermana , por Alberto Fernández –jefe de gabinete- y Carlos Zanini –secretario de legal y Técnica-), una actividad sin pausa que lo lleva a inmiscuirse en cada detalle y una insobornable fidelidad a los objetivos que se propone cumplir. Su modus operandi como dirigente es poco proclive a delegar responsabilidades en otros. Suele darle directivas claras a sus ministros, pero sin hacerlos necesariamente partícipes de la política general que tiene en mente.
Su política exterior, quiérase o no, tiene mas tintes frondizistas que peronistas, o bien peronistas con características propias del desarrollismo. Kirchner aparenta ser similar a Frondizi y nos recuerda el desarrollismo desde el planteo de una relación con Estados Unidos maduras, a la mayor relación con los países latinoamericanos y su relativa simpatía con el régimen de Fidel Castro.
Con respecto a Estados Unidos se puede decir que al igual que con Frondizi las divergencias que puede llegar a haber son más a nivel político y estratégico y que por otro lado las coincidencias pasan por lo económico.Como con Frondizi las presiones que recibe al nivel interno son una variable importante que afectan a la determinación de la política exterior, pero la diferencia esta en que la presión no es desde la derecha sino que llega desde la izquierda del espectro social y político, y en este sentido es similar a Cámpora.
Otra variable importante a tomar en cuenta, la opinión publica, ha adquirido un peso más que relevante en las decisiones presidenciales. No obstante, Kirchner debe reconocer los limites de la misma para elegir el rumbo correcto del país. Muchas decisiones u opciones que para la opinión publica no parecen positivas deben ser cuidadosamente estudiadas para definir si realmente son o no opciones que deben ser tenidas en cuenta por el actual gobierno.
Calculó, que tras los primeros meses de gestión, el gobierno conseguiría legitimarse mediante su positiva imagen en la gente, logrando la autonomía y confianza necesaria para hacer un análisis real de las decisiones a tomar. Si bien estas decisiones ,en su gran mayoría, han sido actos de neto corte populista , los cuales apuntaban a crear un nexo de cercanía con la cuidadanía ( Salirse del protocolo en los actos proselitistas, inaugurar las sesiones del Congreso firmando el Acta inaugural con una birome demostrando austeridad, embarrarse los mocasines en actos por el interior de la provincia de Buenos Aires, etc)
El peso ideológico de las decisiones presidenciales es otro factor influyente, aunque el presidente debe ser coherente en su accionar con sus ideales, se encuentra en una posición en que el pragmatismo es una cualidad necesaria. Con el paso del tiempo esta necesidad ira haciendo que se encuentre un equilibrio mayor que el actual donde las decisiones sean pasadas por ambos tamices (ideológico y pragmático).
La presión de los grupos de izquierda es una variable de peso para el actual análisis, y si bien parece que lo seguirá siendo, probablemente tendrá un limite, el tiempo de los gestos para consolidar su poder y tejer alianzas parece terminar para empezar el tiempo de las acciones más concretas que no siempre contenten a todos los que integran su base de apoyo, y aunque el presidente tratara de cuidar a estos sectores, será el tiempo donde se marcara cierta autonomía de los mismos para tomar las medidas que sean necesarias.
La política exterior plantea dos grandes ejes de relacionamiento al nivel hemisférico. Uno constituido en la subregion latinoamericana por Brasil y un segundo escenario continental constituido por los estados Unidos.
Las relaciones con el exterior, en épocas de globalización e interdependencia como la actual, son cruciales para un país periférico como la Argentina. La integración y el relacionamiento entre países hermanos se presenta como la opción para salir de la Periferia con mayor posibilidades. Las relaciones con Brasil, en base a cuestiones y análisis realistas, deben ser objetivo de una relación preferencial. Para algunos autores, la futura reforma del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, puede convertirse en un nuevo eje de cooperación política, a partir de similares miradas del Sistema Internacional.
La relación con el país norteamericano es uno de los grandes desafíos de la actual gestión. Por supuesto la negociación de la deuda privada y la negociación del ALCA (en discusión y ¿en decadencia?) marcarán otro de los grandes desafíos del país ( La renegociación de la deuda fue uno de los bastiones mediáticos de la gestión K, a través de lo cual procuraron mostrar un corte definitivo de ¨ las relaciones carnales ¨ de anteriores gobiernos). Solo el caso cubano fue cuidadosamente tratado, para no provocar enfrentamientos innecesarios con la potencia del norte, aunque Argentina mantuvo su independencia en las decisiones, también debe tener en cuenta la relación costo-beneficio en cuanto a las decisiones a tomar.(Envíos de tropas a Haití)
El debate entre idealismo y realismo parece cruzar toda la política exterior de Kirchner. La actual gestión va desde una perspectiva a la otra, con ciertas dosis de realismo pero teñida por un cierto idealismo. Similar en algunos planteos a aquel idealismo juridicista pragmático de la época de la tercera posición peronista. Pero también el tiempo y las necesidades que vayan surgiendo harán probablemente que el pragmatismo y el realismo vayan primando sobre los ideales. De no ser así el gobierno de Kirchner puede naufragar en ciertos objetivos en los cuales necesita del apoyo de las grandes potencias. En este caso en particular la pasada década de gobierno menemista y las relaciones carnales juegan en contra de una relación más realista.
Las relaciones con Brasil son esenciales, no solo al nivel de desarrollo estratégico, sino por sobre todo en términos de madurez política. Argentina no debe creer que tiene la misma autonomía que Brasil para tomar decisiones, más allá de la alianza existente. En la misma, el planteo del gobierno ha sido realista. Pero no por eso el presidente debe creer que ahora compartimos la posición de Brasil en el mundo. Por circunstancias históricas y por características propias de Brasil (tamaño, población, mercado, etc) cuenta con mayor autonomía. Y aún así Brasil parece más cuidadoso que Argentina en su relacionamiento con los Estados Unidos.
El Presidente no quiere depender de nadie, ni con las mejores intenciones. Al poder bonaerense no le gusta el estilo K, y mucho menos que no le paguen los favores. Kirchner quiere asegurarse la gobernabilidad sin aceptar presiones o extorsiones (porque la verdad es que el Congreso le ha obedecido hasta el momento sin mayores contratiempos). Aparentemente se quedaría tranquilo negociando lugares en la lista de diputados nacionales de la provincia el año próximo ¿Realmente se dará por satisfecho con eso? Para empezar a modificar la relación de fuerzas necesitaría incluir 8 de 16 legisladores justicialistas con posibilidad de ingresar a la Cámara, y que respondan ciegamente al primer mandatario.
¿Kirchner no habrá llegado a la conclusión de que tiene que jugar a Cristina, sí o sí? Veamos: en política -como en el ajedrez- se hacen movidas para obligar al adversario a mover fichas importantes y correr riesgos. Si Kirchner mueve a su dama, Duhalde puede verse obligado a presentarse él. El que pierde ahí, muere. El kirchnerismo si pierde por mucho, sale del juego. Si pierde por poco, gana porque parte de cero.Está claro que el santacruceño no se puede quedar quieto, mostrando solamente un holgado triunfo en su provincia y alguna que otra comarca. Si quiere consolidarse, tiene que mostrar un éxito en las dos vidrieras del país: Capital o provincia de Buenos Aires. Hacer una apuesta fuerte en los dos distritos y perder, es terrible: se viene la noche. Si la hipótesis provincial no funciona, podría concentrarse en la Ciudad Autónoma, la cual le sonríe más a su gestión que el conurbano. Hoy no queda claro quién encabezaría la lista kirchnerista, pero en cualquier caso, tendría que enfrentarse a dos pesos pesados: Carrió y Macri (si éste no se corre a la provincia).No ganar no es bueno, pero salir tercero ya pasaría de castaño oscuro.Pero ¿todo se juega en estas maniobras? No, por suerte o por desgracia para el presidente. Todas estas especulaciones no se hacen en el vacío: se formulan en un marco donde el presidente conserva una imagen positiva aceptable -aunque en baja- y siendo el único liderazgo político consolidado popularmente. Duhalde no es tonto: así como están las cosas, si se cae Kirchner, se caen todos. La debilidad asociada es la clave para que se amortigüe el conflicto y prevalezca la negociación.
Sin embargo, todos leen encuestas: si el gobierno en vez de mantenerse en la nueva meseta del 40 %, sigue bajando, nada será una garantía, ya que la masa de los dirigentes actúan como especuladores de bolsa, que huyen frente a balances negativos. El presidente basó su estrategia, como era lógico, en su fortaleza en la opinión pública. Hoy, ese arma está algo deteriorada, por un lado, y el conflicto permanente desgasta a sus adversarios, pero también a él. Refrescamos nuestros datos: el 60 % cree que los conflictos de Kirchner con sectores del peronismo le puede traer problemas para gobernar, y el 42 % está de acuerdo con los que dicen que el presidente pierde demasiado tiempo peleándose (otro 42 % cree que no es así). Esto significa que los peligros de la conflictividad saltaron de las columnas de los analistas a la calle. Por primera vez desde que asumió este gobierno, el nivel de pesimismo supera al de optimismo. Demasiado viento. Y sin molinos para aprovecharlo y producir energía."
El Presidente Kirchner es un totalitario que controla los medios de comunicación mediante palos y zanahorias en forma de publicidad, licencias y rescates varios, pero que tiembla ante la prensa libre. Puede ser un populista que agita consignas xenófobas, mercantilistas, proteccionistas, "vivir con lo nuestro", "crear empleo con gasto público", "no hay que liberalizar el mercado de trabajo", y disparates análogos. Puede oler a naftalina nacionalista y reivindicar el orgullo de los argentinos y el papel de la política intervencionista, cuando precisamente esa política en los últimos setenta años socavó dicho orgullo con la humillación de que un país próspero sea hoy pobre.
Pero el Presidente Kirchner, como muchas otras cosas de la vida, puede no ser lo que parece. La opinión pública argentina no comparte la descripción que acabo de hacer: Néstor Kirchner cosecha una extraordinaria popularidad entre sus conciudadanos. Es verdad que es un manipulador, como suelen ser los políticos, y es verdad que los argentinos, tras la brutal sacudida que les infligieron sus gobiernos recientes, levantan cabeza y están nuevamente dispuestos a creer.
El Ex Candidato a Gobernador por la Provincia de Buenos Aires, Carlos Raimundi, retrató a Kirchner como un posibilista moderado y calculador, que procura aprovechar sus limitados recursos. En cambio, un veterano dirigente justicialista , dijo irónicamente ¨Kirchner es peligroso por imprevisible ¨. Los líderes peronistas clásicos, como Menem o Duhalde, en cambio, son mafiosos de estilo antiguo y poco sorprendente: te pueden asesinar, pero cuidarán de tu viuda".
No sería lo peor que Kirchner fuera un oportunista: siempre es mejor un gobernante sin principios inconmovibles que otro con principios férreos y malos. Adaptándose a la situación, es parecido a su detestado Menem; igual que él, desconoce las virtudes del poder limitado, y se afana por acumularlo conforme a las circunstancias. Hoy se presenta como de izquierdas y blande tópicos "sociales" y antiliberales al uso, a tono con los vaivenes latinoamericanos y de otras latitudes, pero de haber ocupado la Casa Rosada hace diez años quizá habría sido "neoliberal" (en todas partes cuecen habas, ¿o acaso nos creemos que Felipe González, también acusado de neoliberal en los ochenta, era de verdad un hombre de principios incólumes que no se ajustó a las nuevas condiciones de España y el mundo?). Esta situación la comprenden los empresarios, a los que Kirchner insulta pero con los que negocia, y Estados Unidos, contra el que Kirchner despotrica pero del que recibe ayuda a través del FMI, en un contexto internacional post-Guerra Fría, con la atención primordial de Washington lejos de una América Latina con democracia y sin terrorismo. La retórica del presidente argentino sigue la lógica del poder, que debe atesorar en condiciones hostiles y frente a un pueblo al que debe convencer que él no tiene nada que ver con ninguno de los sinsabores que padece por culpa de los políticos, desde la pobreza hasta la corrupción y la inseguridad.
Características del Estilo K


Uso Improductivo del Estilo

Uso Productivo del Estilo
Bajo Presión
En Situación de Oposición
Fuerzas...Debilidades
 Le gusta estar a cargo, asumir el control
 Rápido para actuar y correr riesgos
 Le gusta el desafío, la oportunidad para superar dificultades
 Busca la novedad y los retos
 Prefiere dirigir y coordinar el trabajo de los demás
 Se posesiona de una oportunidad cuando la ve
 Dice: "si se quiere que algo ocurra usted debe hacer que ello ocurra
 Se vuelve manipulador
 Se vuelve impulsivo
 Le gustan las cosas nuevas sólo por la novedad; abandona lo viejo aunque sea útil
 Quita a los otros su autonomía y sus oportunidades
 Tiende a exigir abiertamente que las cosas se hagan como él quiere
 Defiende su posición con rapidez
 Dispuesto para la lucha y la coerción
 Es capaz de pelear por sus derechos hasta la eternidad
Controlador... Dominante
Rápido para actuar... Impulsivo
Autoconfianza... Arrogante
Busca el cambio...
Persuasivo... Coercitivo
Esforzado
Competitivo... Golpeador
Corre riesgos... Apostador
Persistente... Presionante
Urgente... Impaciente
Oportunista
Toma iniciativa...
Imaginativo... no realista


CONCLUSIONES

La profunda crisis política que viene sufriendo nuestro país desde hace décadas, exige un cambio político social y económico que sólo es posible lograrlo a partir del diálogo , del consenso, de los renunciamientos personales en pos del bienestar social; en términos aristotélicos , del "bien común" , algo que parece perdido en el arcón de los recuerdos para la dirigencia política nacional. Por el contrario aquellos que se autoproclaman líderes políticos, en este caso Kirchner, parecen dirimir otros asuntos que no tienen que ver con el bienestar general, que es el fin último de su quehacer; pero lo han dejado relegado al último lugar en su escala axiológica y, lo que es peor aún , en sus conductas. Este es un fenómeno que se hace muy patente en uno de los partidos políticos con mayor peso entre el electorado de la ciudadanía argentina : El Partido Justicialista, partido que tiene entre sus filas a la mayoría de los representantes del país.
Se supone ,a partir de la teoría política, que la estructura interna profunda de un partido político responde a aquellos fenómenos grupales que planteaba Freud en Psicología de las Masas y Análisis del Yo (1921). Es decir, sus miembros deberían estar unidos entre sí por lazos libidinales amorosos que les permitieran renuncias individuales en aras de mantener cohesionado al cuerpo grupal, a la par que compartir aquél sujeto a quien lo hace depositario de encarnar los ideales grupales. Aquí vale interrogarse acerca de por qué un partido político que juega – y ha protagonizado- un papel tan relevante en el desarrollo de la realidad argentina contemporánea, está al borde de su disolución y que aún siendo oficialismo ,durante la última década, ni siquiera se haya podido poner de acuerdo en transparentar una estructura arcaica y llena de viejos vicios políticos.
¡No sabemos aún si el Kirchner posibilista es el genuino, pero es fácil pronosticar que sus dificultades serán cuantiosas dentro de poco si no ofrece más que estilo demagógico e imagen de honradez. La agenda económica obligará a cuidar varios frentes: el empleo, la inflación, la deuda, y una preocupante falta de inversión; en realidad, el país vive de las rentas de la gran inversión realizada en los odiosos años "neoliberales". La reparación de la maltratada seguridad física y jurídica será clave en la consolidación de la recuperación, no sólo para la economía sino también para la legitimidad de un Kirchner que puede emprender la última pirueta del justicialismo y convertirlo en un partido socialdemócrata en un país "normal", donde en vez de piqueteros que interrumpan totalmente el tráfico, haya manifestaciones que lo interrumpan parcialmente, y donde en vez de Planes Jefes y Jefas de Hogar, subsidios manipulados descaradamente por políticos y sindicalistas, haya un oneroso Estado del Bienestar, manipulado menos descaradamente por políticos y sindicalistas.
Carlos Floria conjeturó en La Nación que podemos estar asistiendo al final del peronismo, porque "esta versión nacional populista no tiene programa ni visión estratégica, posee símbolos, gestos espectaculares, gran capacidad de captación masiva, pero tiene poca capacidad de gestión". Si sólo es así, Kirchner es lo que parece. Pero si no es así, estamos en un nuevo escenario que tiene que ver con algo que repiten obsesivamente miles de argentinos: quieren ser un país como España. Quizá, con Kirchner o a su pesar, y finalmente satisfechos o desasosegados, lo logren.

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